Pantallas y bebés: ¿qué dicen los expertos?
Un bebé con un smartphone en las manos ha dejado de ser una imagen chocante. Y, sin embargo, aunque las pantallas puedan parecer inofensivas -e incluso útiles y prácticas en algunos casos-, su uso en niños pequeños no está exento de riesgos. ¿Qué impacto tienen las pantallas en su desarrollo? ¿Qué recomiendan los expertos? ¿Cómo encontrar el equilibrio en una vida en la que las pantallas están por todas partes? He aquí un repaso a un tema que plantea dudas a muchos padres.
Los primeros 1.000 días: un periodo crítico
Los primeros 1.000 días de vida de un niño representan un periodo importante en su desarrollo. Durante sus primeros años, el cerebro se construye a un ritmo frenético, sentando las bases del lenguaje, la motricidad, la regulación emocional y la socialización. Aunque la imagen de un bebé sentado tranquilamente frente al televisor pueda parecer inofensiva, los especialistas advierten de las posibles consecuencias de esta exposición temprana.
Aprender a hablar: un viaje interactivo
Para desarrollar su vocabulario, los bebés necesitan un diálogo vivo. Intercambiar miradas con los demás, escuchar una respuesta a sus balbuceos, observar las expresiones faciales de quienes les rodean. Estas interacciones ayudan a los niños a entender las palabras y a descodificar las emociones de quienes les rodean. Los vídeos y las aplicaciones, incluso los llamados «educativos», no ofrecen los mismos beneficios que los intercambios reales, en los que los bebés pueden escuchar, observar, responder y explorar el mundo real.
Moverse para crecer
Los bebés aprenden moviéndose. Gatear, agarrar objetos, sacudirse, saltar o simplemente explorar su entorno con total libertad refuerza su coordinación y sus capacidades físicas. Pero cada minuto que pasan delante de una pantalla les inmoviliza y les priva de estas experiencias esenciales.
Concentrarse para aprender mejor
Las imágenes en rápido movimiento y los sonidos ruidosos de las pantallas no sólo cautivan a los bebés, sino que también sobreestimulan su cerebro, lo que puede impedir que se concentren en tareas tranquilas o complejas, esenciales para su futuro aprendizaje.
Efectos sobre el sueño
Mirar una pantalla, sobre todo antes de acostarse, repercute en el sueño del bebé. La luz azul que emiten las pantallas reduce la producción de melatonina, la hormona del sueño, lo que dificulta que los bebés se duerman y favorece que se despierten por la noche. Las alteraciones del sueño también afectan al humor del bebé y a su capacidad de aprendizaje durante el día.
Pantallas: cuidado con la ilusión de un bebé tranquilo
También hay que tener cuidado con el falso efecto calmante de las pantallas. Cuando tu bebé está cautivado por el flujo continuo de sonidos, imágenes y luces, puede parecer tranquilo, incluso absorto. Sin embargo, esta tranquilidad suele durar poco.
Una exposición prolongada sobrecarga el cerebro inmaduro del niño y, cuando la pantalla se apaga, esta estimulación excesiva puede provocar reacciones emocionales intensas: llanto, irritabilidad o rabietas. Lejos de calmar al niño, esta sobreestimulación puede dificultar la vuelta a la calma.
¿Cuáles son las recomendaciones de los expertos sobre las pantallas y los bebés?
Nada de pantallas antes de los 2 ó 3 años, según los expertos
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Haut Conseil de la Santé Publique (HCSP) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), las pantallas deben evitarse antes de los 2 años.
Después de esa edad, se recomienda encarecidamente un uso moderado:
- No más de 30 minutos al día, divididos en sesiones cortas de 10 a 15 minutos.
- Siempre bajo la supervisión de los padres para convertir el visionado en una experiencia interactiva (nombrar las imágenes, hacer preguntas, contar un cuento... o incluso estar allí para apagar la pantalla si se considera que el niño está cansado o demasiado agitado).
- Nunca durante las comidas ni antes de acostarse.
Otros expertos, como el psiquiatra Serge Tisseron, recomiendan prohibir totalmente las pantallas antes de los 3 años, para no interferir en el desarrollo global del niño. Según ellos, antes de los 3 años, los niños necesitan interacciones vivas y no contenidos fijos.
Fomentar alternativas enriquecedoras
Para proporcionar a los niños un entorno propicio a su desarrollo y descubrimiento del mundo, opta por actividades sencillas y divertidas:
- Juguetes sensoriales para desarrollar los sentidos (vista, tacto, oído) y la motricidad fina: sonajeros, pelotas con textura, mordedores.
- Juego libre para fomentar la exploración, la creatividad y la independencia: apilar bloques, jugar con cajas de Tupperware, explorar objetos cotidianos como cucharas de madera o paños de cocina.
- Actividades motrices para reforzar la coordinación, el equilibrio y la musculatura: gatear sobre una colchoneta, hacer rodar una pelota, jugar con un túnel o con cojines.
- Rimas y música para estimular el lenguaje y las capacidades auditivas: cantar nanas, bailar suavemente con el bebé, utilizar instrumentos sencillos (maracas, panderetas).
- Lectura: libros de tela o de tapa dura con dibujos sencillos y coloridos. Leer en voz alta con tu bebé enriquece su vocabulario, desarrolla su capacidad de atención y refuerza su vínculo contigo.
- Tiempo al aire libre: observar el movimiento de las hojas, pasear por la hierba, escuchar el canto de los pájaros... para que tu bebé disfrute de los variados estímulos sensoriales de la naturaleza.
- Interacción con los padres y hermanos: reír y sonreír juntos, compartir las comidas, acurrucarse, jugar al escondite para reforzar los lazos familiares, esenciales para el desarrollo afectivo del bebé.
Adoptar en familia un uso responsable de las pantallas
Los bebés imitan a sus padres. Si quieres reducir la exposición de tu bebé a las pantallas, empieza por cambiar tus propios hábitos: apaga la televisión a la hora de comer, deja el móvil a un lado en los momentos compartidos... La llegada de un hijo se convierte así en una oportunidad para replantearte tus propios hábitos.
En un mundo en el que las pantallas están omnipresentes, el reto es utilizarlas conscientemente y con moderación. Las conversaciones, los juegos en familia y los momentos de unión dan a los bebés todo lo que necesitan para crecer curiosos, felices y realizados.
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